Queridos misioneros y misioneras, consagrados/as y laicos/as que celebran el jubileo de la misión en Venezuela,
Los 100 años de presencia claretiana en Venezuela son una historia del Señor guiando los pies misioneros de la Congregación en Venezuela. Con el salmista, también nosotros podemos decir: «Tu palabra es una lámpara para guiar nuestros pies y una luz para nuestro camino»1 . Ha sido una presencia misionera audaz en Venezuela en tiempos buenos y en tiempos difíciles. Al comenzar el año centenario con muchos programas de reflexión y refuerzo espiritual, les invito a profundizar en nuestro arraigo en Cristo y a encontrar nuevas formas audaces de anunciar la alegría del Evangelio.
Recordamos a nuestros misioneros pioneros en Venezuela y a los que trabajaron por el crecimiento de la misión durante los 100 años de su historia. No podemos olvidar el celo de misioneros como el P. Ramón Felip, el P. Juan de Frutos, el P. Manuel Alvares y muchos otros. Venezuela, tierra de ensueño para los inmigrantes del siglo XX, acogió a los claretianos en 1923 por mediación de monseñor Felipe Cortessi, que les confió las dos parroquias de la misión de San Casimiro y San Fernando de Apure. El trabajo de los misioneros era más que suficiente para una población de 31.000 fieles, de los cuales 21.000 vivían en aldeas en condiciones climáticas adversas. Una sola parroquia misionera tenía 94 aldeas para el trabajo pastoral2. Los misioneros lucharon, prosperaron y progresaron. Mantendremos viva su memoria y continuaremos su legado de forma creativa y adaptada a nuestros tiempos.
Agradezco la audacia de la Provincia de Colombia-Venezuela para estar con el pueblo y mantener todas nuestras misiones en los duros momentos de agitación política y social. No tenemos plata y oro para ofrecer3 , pero tenemos el espíritu de Cristo que nos impulsa a entregarnos en el servicio misionero para compartir las esperanzas y las alegrías, las penas y las pruebas de la gente, y para esforzarnos por transformar el mundo según el plan de Dios4.
Atravesamos una época de cambios epocales cuyos efectos se dejan sentir en todos los ámbitos de la vida, especialmente en el sociopolítico, religioso y cultural. Los viejos esquemas y estrategias para lograr el progreso basados en una percepción dualista del mundo no parecen funcionar para crear un mundo justo y fraternal. La cuestión relevante para nuestro tiempo es cómo caminar juntos cuidando unos de otros y de la casa común como peregrinos que caminan por la senda sinodal. El Papa Francisco ha invitado a la Iglesia a iniciar ese camino. Compartiremos el sueño de Dios para nosotros en Venezuela y trabajaremos para realizarlo a través de diseños y compromisos. El último Capítulo Provincial reflexionó sobre ello ya que esta misión desafiante es parte integral de la Provincia. Caminemos como pueblo de Dios en una peregrinación conjunta para acoger la plenitud de la vida y del amor de Dios.
Os deseo un año centenario lleno de gracia y os encomiendo a la Virgen de Coromoto.
Fraternalmente,
P. Mathew Vattamattam, CMF
Superior General