100 AÑOS VIVIENDO EL EVANGELIO Y COMPARTIENDO LA MISIÓN
En este año 2023 hemos estado celebrando los 100 años de la llegada de los primeros Misioneros Claretianos a esta “tierra de gracia”, Venezuela. Hoy, es el cierre de este ciclo en el que hemos dado gracias al Señor por la vida de tantos Misioneros que dedicaron parte de su existencia al anuncio del Evangelio en nuestra patria, de tantos que compartieron su amor por la misión y el servicio desinteresado al pueblo. Lo hacemos, en esta Eucaristía, teniendo presente la liturgia de este segundo domingo de Adviento, donde la Palabra de Dios nos dice: “consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice el Señor… Háblenle al corazón… Preparen un camino al Señor, tracen en la llanura un sendero para nuestro Dios”.
El texto es una invitación del Señor a unos profetas, para que hicieran presente al pueblo llevando un mensaje de Yahvé. Esto es lo que pudieron sentir los primeros Claretianos al llegar a San Fernando en los llanos venezolanos. El texto continúa diciendo: “Súbete a un monte elevado, mensajero de Sión, y alza fuerte tu voz”. Esto suena como una invitación a ir a San Casimiro y a otras regiones de Venezuela para anunciar en sus montañas palabras de consuelo, alzando fuerte la voz. Invitando a levantar los valles y a que los montes y las colinas se aplanen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se nivele. El texto continúa diciendo: “miren, el Señor viene con poder y su brazo manda”. Miremos con ojos agradecidos el legado de tantos Misioneros Claretianos, seguidores de Jesús, que caminaron juntos, en comunidad misionera, y fueron guiados por el Espíritu.
VIVIR EL EVANGELIO…
Son muchos los episodios de Evangelio hecho vida, recogidos por los misioneros en las crónicas de nuestras casas en Venezuela en estos 100 años. Una, especialmente conmovedora, y que nos muestra la entrega generosa e incondicional del misionero frente a muchas dificultades y adversidades, superando los cansancios y fatigas por llevar la presencia de Dios a quienes lo necesitan, es la que nos narra el P. Ramón María Felip, que titula “Confesar arrodillado”.
Dice el cronista: “Hoy he salido al campo a confesar a una pobre mujer: yacía acostada en el suelo, sin poderse mover. Me ha sido preciso, para oírla en confesión, ponerme de rodillas, luego no sabiendo donde poner el Santísimo Sacramento, lo he puesto en un cajón, a falta de mejor mesa, pero otra mujer me ha traído una vieja silla de cuero, y por verla más decente, he extendido el corporal sobre ésta y he puesto al Señor en ella, sin temor a que se enojara… Además me ha sido preciso vadear un río, y como no encontré caballería que me pasase, he tenido que quitarme el calzado y pasar el río llevando en el estuche colgado la Sacratísima Hostia. El día anterior tuve que hacer a caballo en pleno mediodía un largo viaje para atender a otra enferma. A la mañana siguiente, no habiendo podido encontrar caballería fui a pié, subiendo cerros, atravesando bosques y cafetales me condujeron a una casa, mejor dicho, a una cueva en donde agonizaba un pobre joven de 25 años. Hizo con gran fervor su primera confesión y comunión. Cuando nos disponíamos a regresar, siendo ya las 11 nos dicen que en Santa Bárbara agonizaba otro pobre joven. Bajo un sol bravísimo allá nos dirigimos”.
COMPARTIENDO LA MISIÓN…
La experiencia de la Misión Claretiana en Venezuela ha vivido un proceso a lo largo de todos estos años, en lo que respecta a su servicio evangelizador en las distintas épocas y en los distintos contextos y realidades en las que se ha prestado.
Superados los tiempos de persecución religiosa en Venezuela, se iniciará el retorno de la vida consagrada a nuestro país a principios del siglo 20, y con ella se renovara la fe de nuestro pueblo. Para ello, algunos obispos pidieron la presencia de Congregaciones religiosas, masculinas y femeninas, que vinieran al país. Una de esas Congregaciones fue la de los Hijos del Inmaculado Corazón de María.
El inicio de nuestra presencia en Venezuela se realiza pocos años después de finalizar la primera guerra mundial, y continúa durante la guerra civil española y la segunda guerra mundial. Venezuela se convirtió en ese momento, en lugar de acogida para muchos europeos. Igualmente, años después, se sintieron acogidos los hermanos latinoamericanos, que buscaban libertad y paz, en los fatídicos años del militarismo sudamericano. También fueron recibidos fraternalmente quienes buscaban en nuestro país una mejor situación económica, en tiempo de la prosperidad petrolera de la “Venezuela Saudita”.
Para nosotros, Claretianos, que venidos también de distintos lugares, fuimos acogidos por el pueblo venezolano. Estos años de convivencia nos han permitido ser parte del pueblo y vivir sus valores de libertad, cercanía y solidaridad con otros pueblos y culturas. En esta aldea global, de la que Venezuela es parte, muchas de las personas amigas a quienes hemos atendido en nuestra tarea evangelizadora, tienen hoy distinto origen: latinoamericano, europeo, africano o asiático, permitiéndonos ser también acogedores de esas personas y darle a nuestra evangelización un sentido de universalidad y de interculturalidad.
Al hablar que la presencia Claretiana en Venezuela ha sido tiempo de gracia para su Iglesia, tenemos que hacer mención del gran misionero: Claret. Él llegó a San Félix antes que nosotros. No sólo a este pueblo sino a todo el Oriente del país. En muchos templos de esta región, las distintas imágenes del beato son invocadas como presencia intercesora ante el Dios de los pobres, pidiendo salud, o bienestar para ellos o para sus seres queridos. La imagen de nuestro Fundador en Piacoa es un regalo a los Claretianos de las Hermanas del Sagrado Corazón de Maturín, en el Estado Monagas. En la bóveda de la Catedral de Mérida, Claret aparece junto con otros santos, como uno de los grandes fundadores en la Iglesia. En Los Dos Caminos y también en Petare, en Barquisimeto, lo mismo que en regiones donde no hemos hecho presencia, hay lugares donde el nombre de Claret está en quintas, casas particulares, barrios, panaderías y otros negocios y en instituciones educativas. Por eso hoy tenemos que decir: Gracias, Señor, por la presencia de Claret como arzobispo misionero en Cuba. Su presencia se prolonga hoy en tantos misioneros que en Venezuela y en los otros países de la “viña joven”, como él llamó a la América Latina, siguen anunciando con su vida y testimonio el Evangelio del Reino.
¿PARA QUÉ VINIERON LOS CLARETIANOS A VENEZUELA?
Los Misioneros hemos tenido en nuestro caminar por estas tierras, durante estos años, el acompañamiento de otros Claretianos, que nos han iluminado sobre la razón de nuestra presencia evangelizadora en medio del querido Pueblo de Dios en Venezuela.
Uno de ellos fue el obispo del Mato Groso, el difunto Pedro Casaldáliga. En el momento inicial de unos días de retiro, nos hizo una pregunta clave para el desarrollo de la temática de esas jornadas: ¿Cuál es la razón por la que están los Misioneros Claretianos en Venezuela? Su interpelación creó un profundo silencio en la sala. Tras unos segundos de reflexión, alguien afirmó: “Nuestra presencia en Venezuela tiene como objetivo: ‘Anunciar y construir el Reino de Dios y su justicia en esta Tierra de gracia’”. Jesús nos invita a ser parte de la humanidad y anunciar el Reino. Una humanidad que se siente hija de Dios y hermana de los hombres y mujeres de este mundo, amándolos y luchando para que puedan alcanzar la plenitud de la verdad que se nos ha revelado en Cristo. Esa es la tarea por la que la Iglesia existe y la razón por la cual los Claretianos sentimos que somos constructores del Reino en todo el mundo, y nosotros, concretamente en Venezuela, pedimos al Padre cada día: “Venga tu Reino a nosotros, Reino de paz, Reino de justicia, Reino de bienestar para todos”. Eso nos recordaba el poeta y profeta, obispo Claretiano Pedro Casaldáliga, y a eso debemos dedicar nuestra vida al servicio de la misión en todo tiempo, haciendo que acontezca el Reino en esta realidad venezolana.
VOLVIENDO A LOS ORÍGENES
Podemos recordar que las primeras fundaciones Claretianas en este territorio fueron en San Casimiro (estado Aragua) en el año 1923, San Fernando (estado Apure) en el año 1924 y Los Dos Caminos (Caracas) en el año 1928. Misioneros de esa primera hora fueron los padres Alfredo Martínez, Ramón María Felip, Frutos del Hoyo y el hermano Antonio Arcas. Posteriormente se les unirían los padres Francisco Marín, Modesto Arnaus, Mariano Izquierdo, Agapito Lamiquis, Samuel Santisteban y los hermanos Pedro Lorenzo Cerezo y Joaquín Casanova, y muchos otros que llegarían después.
Las primeras acciones pastorales en el campo misionero en estas comunidades fueron la atención pastoral integral (celebraciones litúrgicas-sacramentales, acompañamiento espiritual, formación a los laicos de las distintas organizaciones de fieles, catequesis, evangelización itinerante). En este periodo inicial se asumieron como estructuras de acompañamiento pastoral las casas de misión y parroquias, las cuales atendían principalmente sectores rurales en las periferias más lejanas de la geografía venezolana.
Con el pasar de los años se fue respondiendo a nuevas prioridades y desafíos que planteaba la realidad: la presencia evangelizadora en zonas urbanas (Valencia, Mérida, Maracaibo, Barquisimeto), asumiendo en ellas parroquias y algunos servicios sociales como centros médicos y dispensarios, librerías religiosas, atención a los encarcelados, promoción cultural, etc.; la incursión en el campo de la educación (básica, técnica y universitaria) con la fundación de algunos colegios (Caracas y Maracaibo) y la colaboración en la creación y funcionamiento de los CTN (Centros Técnicos Nuclearizados) en Mérida, Nirgua, Barquisimeto, San Félix y El Triunfo, junto con el apoyo a propuestas educativas de algunas instituciones oficiales y la colaboración docente de algunos misioneros en universidades y centros superiores de formación; igualmente el trabajo conjunto con otras comunidades religiosas ayudó en la creación de un Instituto Teológico para Religiosos (ITER); el fortalecimiento de procesos formativos para la vida religiosa misionera, conformando algunas experiencias significativas de formación inicial: la primera casa de formación de jóvenes bachilleres en Paz del Alma, que posteriormente pasaron a la casa Emaús de Los Chorros, donde se hizo el primer Noviciado, y las experiencias de acogida vocacional en Mérida y Barquisimeto, donde funcionó también en esta última casa una experiencia de Noviciado.
RENOVANDO LA MISÓN
En el año 1979 la Congregación nos invitó a hacer revisión de nuestro trabajo misionero y de nuestra presencia en lugares donde lo realizamos, teniendo en el horizonte las opciones que el Capítulo General señalaba, una de ellas la opción por los pobres. Es así como en los siguientes años, los Misioneros Claretianos de Venezuela asumimos con mucha decisión y compromiso la revisión de posiciones, lo cual dio lugar a que concluyera nuestra presencia en las parroquias de san Bernardino, Nirgua, Maracaibo y Santiago de la Punta, para asumir nuevas posiciones misioneras en las zonas abandonadas del oriente del país en San Félix y Sierra Imataca, con los pueblos del Delta Amacuro -campesino y waraos- y optar por nuestra presencia en el sector de Los Curos, en Mérida.
Igualmente se hizo la apuesta por la formación en inserción en lugares populares, para que nuestros formandos conocieran o no se olvidaran de la realidad de nuestro pueblo. Es grato recordar aquí nuestra presencia formativa y misionera en Petare, en los sectores de Barrio Unión, Barrio Bolívar y Julián Blanco, asumiendo allí la opción evangelizadora de las comunidades eclesiales de base en su acompañamiento.
Un aspecto importante durante estos años, como una opción específica en nuestro acompañamiento misionero en Venezuela, y una respuesta concreta a la realidad juvenil, ha sido la creación del Movimiento Juvenil ANCLA, cercano a los 45 años de fundación, el cual es un proyecto de animación pastoral que ha dado respuesta y generado un proceso de acompañamiento y formación a los jóvenes, animándoles en el compromiso transformador de la realidad. La fundación y proyección de Ancla se debió al padre Marino Pérez y al apoyo de algunos Claretianos que han apostado a esta forma de evangelizar y comprometer la vida en el servicio a muchos jóvenes a lo largo de este tiempo. Vale recordar que el primer embarque de ANCLA se hizo en Maracaibo del 2-4 Noviembre de 1979.
PROYECTANDO EL FUTURO
En el momento actual, y formando parte de la Provincia Claretiana de Colombia Venezuela (creada en el año 2011) continuamos dando respuesta misionera en la atención a parroquias y centros misioneros (urbanos y rurales) desde el servicio misionero de la Palabra y el acompañamiento y formación de laicos que comparten con nosotros la misión en Barquisimeto, Mérida, Caracas, San Félix y Delta Amacuro; se continúa el fortalecimiento de la formación básica en 2 colegios (Caracas y Maracaibo) y el acompañamiento de propuestas educativas en El Triunfo y San Félix. Igualmente vamos asumiendo el trabajo de solidaridad y misión, fortaleciendo procesos en algunas comunidades, y acompañando algunas realidades duras del pueblo, buscando alternativas de organización. Seguimos apostando por el acompañamiento a los jóvenes de ANCLA y de otras experiencias juveniles que surgen en nuestros centros de misión
Desde la formación inicial para la vida misionera, se anima y acompaña a algunos jóvenes en el discernimiento de su opción vocacional misionera, y se trabaja en la consolidación de otros en nuestro estilo de vida, continuando desde la experiencia formativa inicial con el acompañamiento a algunos sectores populares de Petare, en el Centro de Evangelización Claret.
CLARETIANOS DE AYER Y DE HOY
Recordamos rostros y nombres de tantos Misioneros de ayer y de hoy que hacen parte de estos cien años de presencia Claretiana en Venezuela:
Claretianos que se entregaron con generosidad en su servicio misionero en Venezuela: Gerónimo Vara (apóstol de los pobres y reconocido por esta labor); Agustín Aira (trabajador humilde); José María de Luis Vázquez (humano y cercano con todos, especialmente con los jóvenes); Segundo Gutiérrez (misionero y escultor); Pedro Morán (formador de misioneros y pintor); Arkel Felipe Zambrado (primer Claretiano venezolano, servidor sencillo y consejero espiritual); Eduardo Frades (profesor de Biblia y comprometido con el trabajo de Justicia y paz); Jesús Abab (profesor y constructor de la Capilla Universitaria en Mérida); Santiago Nieves Conde y Severiano Rodríguez (hombres prácticos y de consejo en el ambiente parroquial); José Manuel Carrión (acompañante de los Seglares Claretianos); Crecencio García y José Nóbrega (educadores incansables); José David Morillo (joven novicio); Blas Márquez (poeta y misionero cercano y acogedor con todos).
Como no agradecer a Dios la vida de Claretianos que han vivido muchos años en esta tierra y siguen aportando con su testimonio y servicio: Niceto Martín, Marino Pérez, Aderito García, Ángel Bombin, Eugenio Ortega, Julián Hernández, Quiterio Izquierdo, Juan Carlos Olmedo, Marselinus Seran, Anselmus Baru y este servidor.
Agradecemos también la vida y vocación de la generación Claretiana venezolana: Vicente Toro, Jesús Antonio León, Roberto León, Álvaro Arias, Elvy Marcella, Alberto Cisneros, Carlos Darío Prieto, Alirio Osorio, José Miguel Cambero, Jalvik Adolfo Negrón, Cleiber Flores, Nelson Carrero, Eliudt López, Yuder Medina, Miguel Alfonso Peña, Albert Jesús Coll, Luis Jesús Fernández, Job Samuel Alfonzo.
UNA PALABRA FINAL
Hoy queremos reafirmar nuestro compromiso misionero y seguir manteniendo la esperanza y el amor por la gente y la realidad de este país. Estos 100 años han sido una oportunidad para que muchos misioneros, de diferentes contextos culturales, conozcan esta realidad y se integren de corazón a ella con alegría. Durante este tiempo se ha promovido una evangelización que ha estado cercana a los más pobres y sencillos, que son los preferidos del amor de Dios. La presencia misionera en esta Venezuela que amamos, ha tenido el testimonio de muchos Claretianos que se han entregado con generosidad a su labor evangelizadora, en misión compartida con muchas personas.
Durante este tiempo también tenemos que pedir perdón, porque muchas veces nos faltó fidelidad y coherencia en asumir los retos de la realidad y la misión, porque muchas veces se actuó con paternalismo o con intereses egoístas; pedimos perdón porque faltó impulsar con mayor fuerza el protagonismo de las vocaciones locales y de los laicos, que asumieran con creatividad distintos ministerios, para que nos ayudaran en nuestra misión. Agradecemos el tesón y la creatividad misionera de quienes han hecho parte de esta caminada Claretiana en Venezuela durante todo este tiempo, que ha sido de paso de Dios por esta tierra.
En la celebración de estos cien años de presencia en Venezuela, sería un buen signo fraterno de agradecimiento y reconocimiento, que los Claretianos que trabajaron incansablemente en estos cien años, y que reposan en los cementerios de Maracaibo y Valencia, sean trasladados a los columbarios que tenemos en nuestra parroquia de Los Dos Caminos, donde haríamos reconocimiento de su labor y entrega en la misión Claretiana en Venezuela.
José Antonio Santana Hernández CMF